S A D E

Primer blog íntegramente dedicado a D.A.F. de Sade y a sus obras.

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Lieu : France

lundi, octobre 23, 2006

Jean-Jacques Pauvert: «Un poco de orden en todo esto»... (extractos)

[...] En el fondo, todo ocurre como si, desde hace casi doscientos años, primero un siglo y después el otro hubieran inventado dos maneras inversas y sucesivas de liberarse de los interrogantes que plantea la obra de Sade, enmascarando su personaje. De 1800 a 1880, aproximadamente, se lo presenta como un monstruo, un loco, un enfermo peligroso; “un erotómano celebérrimo”, dice Gustave Brunet. Se lo excluye de la humanidad corriente: al informar de que ha seducido a su cuñada, la Biographie universelle de Michaud concluye que sólo ha podido hacerlo “mediante medios tan horribles como peligrosos para su vida” (Michaud no dice cuáles; lástima). Y por lo tanto, sus textos no se considerarán en el marco de la literatura. “Conjunto frenético y abominable de todos los crímenes y de todas las suciedades” (Frédéric Soulié). Ni siquiera merecen que se los mencione: “Ese libro infame que no quiero nombrar” dice Joubert.
Luego comienza la rehabilitación de M. de Sade. El siglo XX, particularmente desde hace cuarenta años, lo convierte en literato inventivo pero aislado de toda realidad, en quien lo imaginario no trasciende el lenguaje (Barthes), y que “no impulsa al crimen ni al estupro, sino al texto” (Philippe Roger). Será considerado incluso como una suerte de precursor de Kraft-Ebing y de Freud a la vez: “El marqués de Sade es ante todo un hombre dotado de una imaginación científica genial” (Gilbert Lely). Todo lo que ha escrito, reducido a la transcripción de fantasmas y a la observación psicosexológica, puede, en consecuencia, estudiarse sin problemas, y así Donatien de Sade se presenta con las apariencias tranquilizadoras de un hombre de letras, cuando no de un investigador tan pacífico e inofensivo como sus comentaristas del Café del Flore. Por así decirlo, no habría azotado jamás a un gato.
Leyenda ésta tan falsa como la primera, y, al fin y al cabo, más irritante. No hay por qué excusar a Sade, es ridículo tratar de volverlo “simpático”. Si, tal como dice la Encyclopédie sobre los filósofos, sus contemporáneos (y es una excelente definición), “el genio consiste en la extensión del espíritu, la fuerza de la imaginación y la actividad del alma”,* hay que proclamar por todo lo alto que Donatien de Sade, 1740-1814, es uno de los cinco o seis mayores genios universales; pero, en verdad, no por ello debe dejar decirse con la misma claridad que este genio demostró ser, tanto para las leyes de su época como para las nuestras, un delincuente sexual casi intratable y a menudo peligroso durante la mayor parte de su vida libre. Ni debe omitirse que “el reducido grupo de quienes tuvieron a bien amarle” al que se refiere en su testamento, sólo ha podido mantener su afecto gracias a una gran paciencia o abnegación.
[...] No hay duda de que evocar “el lenguaje calmo y paciente de Sade” (Michel Foucault) a propósito de las cartas de Vincennes y de la Bastilla (torrenciales, irónicas feroces, apasionadas, desgarradoras o extrañamente divertidas, auténticamente desencadenadas), o de las jadeantes violencias de Los ciento veinte días de Sodoma, redactadas a toda prisa en treinta y siete días con una escritura microscópica en una estrecha banda de papeles pegados de doce metros de largo, es la más escandalosa y la más imbécil de las paradojas parisinas.
Una vez más vemos confundirse el rechazo del verdadero personaje de Sade y el temor ante este pensamiento crudo, su radicalidad y su esencial soledad. Era cómodo no ver en la obra de Sade otra cosa que el resultado del encierro. “Escritura de la prisión, prisión de la escritura”: la más conformista de las literaturas críticas regimentaba la turbadora monstruosidad en los estantes de sus bibliotecas universitarias para neutralizarlas mejor. Peor aún, para arrancarla de sus orígenes naturales. Orígenes naturales que Sade fue precisamente el primero en descubrir en el fondo de sí mismo antes de proclamarlos a la faz del mundo.

-Jean-Jacques Pauvert: Sade vivant. Une innocence sauvage (1740-1777); edición original de Robert Laffont, 1986. Citamos la traducción de M.A. Galmarini revisada por Luis Samanillo, de la primera edición de Tusquets (1989): Sade. Una inocencia salvaje (1740-1777).- **

* Encyclopédie, artículo “Genio”. (Nota del Pauvert.)
** Los dos volúmenes siguientes (no publicados en español, completaban la biografía hasta 1814).